El debate hasta ahora inconcluso por la reforma tributaria, al final
blanqueada como un aumento de impuestos, promete abrir como un abanico
la disputa política adentro del peronismo santafesino, hoy contaminado
por el virus del internismo.
La presidenta de la Nación dio el jueves por videoconferencia uno de los
títulos más importantes para la política provincial, pletórica desde un
buen tiempo a esta parte de autodenominados "mensajeros" de los deseos
de la Casa Rosada. "Esta presidenta no manda emisarios, ni tiene
correos: cuando quiere decir algo, va, lo dice, y lo presenta", disparó
Cristina ante la sorpresa de un auditorio calificado que la seguía a
través de un plasma.
La jefa del Estado había charlado previamente con el jefe de los
diputados kirchneristas en el Congreso nacional, Agustín Rossi, quien la
puso al tanto de las últimas novedades, justo el día en que la interna
peronista ardió como nunca. Las palabras de Cristina cayeron como maná
del cielo en Rossi, quien sabe que desde adentro mismo del kirchnerismo
le quieren copar la parada santafesina.
En las últimos semanas se hizo evidente la presencia política del
secretario de Transporte de la Nación, Alejandro Ramos, encabezando
reuniones sucesivas con intendentes del PJ y tomando la delantera a la
hora de criticar la gestión del socialismo en la provincia, con Hermes
Binner como blanco fijo de sus críticas. En el campamento rossista
leyeron la advertencia de Cristina como un respaldo al diputado, pero
unas horas después Ramos volvió a convertirse en anfitrión en una
reunión en la que Julio De Vido prometió obras a los intendentes. ¿Nace
un nuevo eje de disputa en el kirchnerismo local?
Las idas y vueltas en torno al proyecto de reforma
tributaria permiten mostrar sin eufemismos la nueva etapa del peronismo
de Santa Fe, ya sin liderazgos unívocos ni grandes electores. El
posrreutemismo muestra una parcelación interna que se expresa
vívidamente en la Cámara de Diputados, ámbito en el que se aloja la
friolera de 9 sub-bloques, cada uno con una representación módica de
referencias distribuidas a lo largo y ancho de la provincia. Rossi,
Jorge Obeid, María Eugenia Bielsa, Omar Perotti, Oscar Martínez, Alberto
Maguid y Ramos son engranajes de un rompecabezas que empieza a hacer
ruido de cara al futuro inmediato.
La dispersión del PJ complica los niveles de interlocución del gobierno
de Antonio Bonfatti, al punto de transformar al bloque del Frente
Progresista casi en partícipe secundario. La mayoría legislativa estará
en manos de la oposición hasta 2015, por lo que el peronismo se
transforma para la Casa Gris en un permanente objeto del deseo.
Sin embargo, la complicación mediata que supone tener que negociar con
un menú de interlocutores, puede convertirse en garantía de triunfo
hacia futuro si es que el justicialismo no dirime de una buena vez por
todas sus internas. "Todo lo malo que está haciendo el gobierno
provincial quedará neutralizado si no logramos mejorarle la cara al
peronismo. No podemos ser alternativa de gobierno si no nos ponemos de
acuerdo en lo básico", admitió el viernes a LaCapital un diputado
provincial del centro norte.
El vicio del internismo, la dispersión y la ausencia de una plataforma
viable para acceder al poder alejó hace tiempo al peronismo rosarino del
Palacio de los Leones, al que mira como a un cuerpo extraño e
inaccesible. El riesgo de privilegiar los pequeños cacicazgos lleva
consigo la posibilidad de repetir la experiencia a nivel provincial a
partir de la instalación de Miguel Del Sel, una especie de ambulanciero
que recoge heridos de la batalla interna y recibe los votos que alguna
vez engrosaron el caudal del PJ.
El mensaje de la presidenta de la Nación pareció querer marcarle la
cancha a Bonfatti. Con otras palabras, dijo que la reforma saldrá por
voluntad y obra del kirchnerismo, gambito que aprovechó para introducir
una falacia: "Como los nuestros le están votando ahí, a ver si los
legisladores de Santa Fe nos votan las nuestras en el orden nacional,
porque como decía mi abuela: una mano lava la otra, y las dos manos
lavan la cara". En verdad, el reproche que se le hace al socialismo
desde los otros partidos de la oposición es que sus diputados nacionales
han votado todos y cada uno de los proyectos emblema del kirchnerismo:
ley de medios, AFJP, YPF y, ahora, voto joven.
La videoconferencia (en verdad un videomonólogo de la jefa del Estado)
se posó sobre la realidad política santafesina en el final de una semana
complicada en una materia que se transforma en dolor de cabeza: la
seguridad.
Las imágenes del auto oficial de la intendenta Mónica Fein con sus
vidrios rotos tras el atraco en una esquina rosarina constituyen el
ejemplo más empírico, lineal y gráfico de la crepitante inseguridad que
se registra acá, allá y en todas partes. El crecimiento de ese flagelo
es, además, la muestra más pulimentada del fracaso estatal pese a que la
inseguridad está instalada como la principal preocupación de los
santafesinos de un tiempo a esta parte.
La repercusión mediática del asalto a Fein es el emblema, el ícono de la
inseguridad ciudadana y, como tal, movió el avispero de la sociedad.
Aunque no haya sido ni por lejos el episodio más grave ni más violento
frente a un reguero de sangre y pólvora instalado desde el mismo inicio
de 2012, la jerarquía institucional de la víctima disparó miradas
contradictorias y lecturas sesgadas, en una especie de juego de Don
Pirulero, en el que el "¿yo señor? No señor" estuvo a la orden del día.
Bonfatti criticó a la Justicia por la rápida libertad a delincuentes
con prontuario espeso y el jefe de la policía rosarina habló de una
cuestión "social o educativa" y se quejó por la ausencia de móviles para
los patrullajes urbanos. Sin una tarea conjunta de unos y otros, la
inseguridad seguirá siendo el gran tema, la gran preocupación de los
ciudadanos, como quedó demostrado en la última campaña electoral.
No se resolverá la inseguridad con compartimentos estancos ni con
responsabilidades parciales de uno u otro poder. Se trata, al fin, de
una responsabilidad de Estado.
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